sábado, 23 de octubre de 2010

Cuerpo de carne, pulso de vida.......

Vivimos en un mundo en el que todos somos masas de carne rellenas de sangre, huesos, popo y muchas otras cosas orgánicas que nos constituyen biológicamente y que pretendemos ignorar. Todos tenemos la necesidad de respirar, de cagar, de follar, de sentir, pero vivimos condicionados socialmente y en medio de nuestra supuesta racionalidad olvidamos la mayor parte del tiempo que por más racionales que nos creamos no hemos dejado de ser animales efímeros, estructuras, impulsos pasajeros de vida en el espacio-tiempo terráqueo. Crecemos rodeados de arquetipos y patrones de conducta establecidos no solo comercialmente, también patrones ideológicos, y en ocasiones siento que la gente tiene la necesidad esencial de que se piense o se viva de tal o cual manera específica y exclusivamente. Pareciera que para la mayor parte de la sociedad no existe la posibilidad de que los individuos tome decisiones propias, del libre albedrío, posición que incluso se encuentra en la diferencia y en las minorías. Esta posición generalmente implica la idea de que si no estás conmigo estás contra mí y yo no estoy  de acuerdo con tal posición absolutista. Soy consciente por ejemplo de que la Coca-Cola además de ser un veneno a largo plazo para el cuerpo, es una compañía que apoya la guerra norteamericana, cosa que no acepto ¿pero por qué no puedo beberla sin estigmatizarme con ciertos sectores sociales? ¿Por qué no puedo beberla si es algo que disfruto, un sabor que me gusta?; Se a lo inhumano que pueden llevarnos los ideales de la moda contemporánea de esta utopía globalizadora en que vivimos inmersos, más sin estar de acuerdo con muchos de sus ideales corporales, físicos, y sin necesidad de hacerme daño alguno es una faceta humana que disfruto estética y vivencialmente; se que la banalidad y el kitsch del mundo contemporáneo pueden enceguecer y embrutecer el alma y el cuerpo, pero en cierta medida tengo la necesidad de que exista esta banalidad pues me brinda la opción de no pensar, de no enloquecerme por la necesidad de trascender todo el tiempo, no creo que siempre tenga que ser consciente de la realidad del mundo como algunos pretenderían. Parece que no entendiéramos que el mundo humano, el ser humano no se constituye solo por polos opuestos, de posiciones radicales y cerradas, de blancos y negros, no entendemos que la esencia de lo humano es más como un prisma que contiene en sí mismo múltiples e infinitas facetas, posiciones y puntos de percepción donde no todo se trata de estar afuera o adentro, un universo de infinitas opciones y realidades que no podemos simplemente homogenizar bajo ningún ideal. Y esto es parte de la maravilla del ser humano, somos todos masas de carne, sí, pero no percibimos el exterior y la realidad de igual forma.
Personalmente a veces me siento tan sensible como una hoja al viento, en ciertos momentos mi cuerpo puede llegar a sentir emocional o físicamente cada roce, cada movimiento propio y ajeno en el espacio, la luz, la oscuridad, el caos, la calma, el ruido, el silencio. Estos momentos en siento o percibo son aterradoramente asombrosos y fugaces, son momentos casi anormales que pueden quebrar la campana de cristal difuso de la que me rodeo y se presenta a veces la oportunidad de expandirme más allá de sus fronteras. Pero a veces soy tan sensible a mi exterior que prefiero pretender ser de piedra y no de carne, una maquina humana, insensible, inconmovible, radical… una mentira que me digo a mi mismo, que me permita sobrevivir al caos mental y emocional que deviene en mi cotidianidad. En mi cuerpo habita un mar de hormonas, testosterona que grita sexo silenciosamente, testosterona que busca testosterona calladamente en medio de una sociedad mojigata y moralista. Soy un volcán de tectónica fuerza sexual, de visceralidad latente, un impulso de vida en constante erupción, pero vivo sujeto a temores y dudas constantes pues el exterior no concibe la diferencia, tiende a su erradicación por simple incomprensión, por temor también. Vivo sujeto al temor de la agresión física o psicológica, mas no subyugado, jamás agachando la cabeza. A veces siento que mi pecho, que mi cuerpo no podrá soportar tanta emoción y explotará en jirones de sentimientos al rojo vivo y carne sanguinolenta. Juego entonces con máscaras para sobrevivir, juego a ser otro yo sin llegar a la hipocresía, mostrarle a todos lo que realmente soy no me interesa. No todos tienen, quieren o deben conocer mi ser interior, lo conocen quienes penetran mi mundo y me permiten entrar al suyo. Finalmente en esta sociedad mezquina ¿qué sentido tiene darle a cualquiera la posibilidad de hacerte daño?

Oct. 23/2010